El colibrí volaba y se detenía en el aire, a veces para alimentarse con su largo pico de alguna flor, pero a ratos parecía suspenderse para ver o escuchar, mientras ella, sin poder salir, miraba por la ventana las evoluciones del minúsculo pájaro de colores metálicos que el sol irisaba haciendo que pareciera una joya voladora…
Durante tres días seguidos lo observó, siempre a la misma hora, en medio de su soledad y el silencio porque no le provocaba escuchar música, ni las noticias que siempre eran malas; el teléfono lo dejaba para algo muy grave y porque en realidad no quería escuchar voz humana alguna…
Estaba sola y si bien no quería que le hablaran, sí que la oyeran, por eso empezó a contarle sus cosas en voz alta al visitante que se detenía por momentos como si la escuchara.
Pasaron los días y ella iba vaciando su alma como no lo había hecho antes, mientras el colibrí, como asiduo escuchante, evolucionaba por el aire frente a la ventana que estaba siempre abierta…; contó sobre sus sueños, sus planes, activó los recuerdos y por su voz fueron apareciendo escenas que creía olvidadas….
Cada día renovaba el rito y desfilaban momentos e ilusiones que llenaban sus instantes vacíos, mientras el pajarito evolucionaba pareciendo escuchar.
Hasta que llegó el momento en que las gentes pudieron salir libremente como antes y empezó poco a poco el ajetreo de quienes se saludaban por la calle… Y esa mañana el colibrí vino solo por un momento y frente a la ventana hizo un giro que a ella le pareció de adiós, antes de verlo desaparecer, sabiendo que su acompañante, escucha y razón de sonreír no volvería más.
Debe estar conectado para enviar un comentario.