ADIOS, QUE TE VAYA BIEN


La estación del tren, vacía desde años atrás tenía un solo visitante que con su maletita de cartón al lado y un sombrero panamá que había visto tiempos mejores le servía para abanicarse…

Venía a diario con asidua puntualidad, se iba a las dos y regresaba a las cuatro, para volverse a ir a las nueve y sentarse, quieto, a las ocho de la mañana del día siguiente a esperar. Porque esperaba al tren que nunca llegaría y a los que jamás irían a despedirlo.

Esperaba porque hacerlo era su última esperanza, esa que tuvo hacía varios años y a la que nunca quiso renunciar.

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EL COLIBRI


El colibrí volaba y se detenía en el aire, a veces para alimentarse con su largo pico de alguna flor, pero a ratos parecía suspenderse para ver o escuchar, mientras ella, sin poder salir, miraba por la ventana las evoluciones del minúsculo pájaro de colores metálicos que el sol irisaba haciendo que pareciera una joya voladora…

Durante tres días seguidos lo observó, siempre a la misma hora, en medio de su soledad y el silencio porque no le provocaba escuchar música, ni las noticias que siempre eran malas; el teléfono lo dejaba para algo muy grave y porque en realidad no quería escuchar voz humana alguna…

Estaba sola y si bien no quería que le hablaran, sí que la oyeran, por eso empezó a contarle sus cosas en voz alta al visitante que se detenía por momentos como si la escuchara.

Pasaron los días y ella iba vaciando su alma como no lo había hecho antes, mientras el colibrí, como asiduo escuchante, evolucionaba por el aire frente a la ventana que estaba siempre abierta…; contó sobre sus sueños, sus planes, activó los recuerdos y por su voz fueron apareciendo escenas que creía olvidadas….

Cada día renovaba el rito y desfilaban momentos e ilusiones que llenaban sus instantes vacíos, mientras el pajarito evolucionaba pareciendo escuchar.

Hasta que llegó el momento en que las gentes pudieron salir libremente como antes y empezó poco a poco el ajetreo de quienes se saludaban por la calle… Y esa mañana el colibrí vino solo por un momento y frente a la ventana hizo un giro que a ella le pareció de adiós, antes de verlo desaparecer, sabiendo que su acompañante, escucha y razón de sonreír no volvería más.

AGUA


Empezó como una llovizna finita, para que luego las gotas fueran haciéndose más grandes y se unieran formando una verdadera cortina de agua.

En todas partes del mundo, sin importar la hora, del cielo encapotado descendían violentos torrentes, arrasando íntegramente lo que estaba debajo…

El agua limpió la Tierra entera de lo que hubiese encima y dejó una esfera brillante; mientras, en algún sitio, alguien dijo mirando al agujero: «Ya está: He jalado el water…!».