EL ZUMBIDO


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Era casi constante, atronador, extraño.

Hacía pequeñas pausas pero volvía a zumbar, como si un abejorro gigante volara furioso, o un verdadero escuadrón de insectos moviera al unísono sus alas.

 

En el bosque los pájaros callaban, los monos estaban expectantes y quietos entre las copas de los árboles altos y las hormigas se habían refugiado en galerías excavadas debajo de la tierra.

 

Todo callaba, se detenía y escuchaba mientras se hacía el silencio que era roto por una especie de tronar, luego un ruido de ramas que caían antes de que retornara el maldito zumbido.

 

La sierra cortaba árbol por árbol y los monos huían entre gritos de alarma, los pájaros volaban viendo caer sus nidos: el nerviosismo, la espera, el zumbido, el silencio.

 

Como eran animales, no entendían a los taladores que destruían nidos para que otros hicieran lindos muebles y se traían abajo columpios naturales para que otros-otros fabricaran carritos de juguete.

 

Solamente las hormigas saldrían de sus túneles, curiosas, para encontrar un yermo y asombradas, en filas ordenadas marcharían escapando de un sol que quemaría todo lo que ya no era bosque.

 

Imagen: http://www.teleadhesivo.com

 

 

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