Quedaba lejos, detrás de los cerros y las nubes, acunado entre sueños y mojado por un mar que mansamente moría en la orilla de las playas.
Quedaba en la profundidad de su mirada, en las promesas y en el cabello que el viento despeinaba por las tardes que iban coloreándose de rojo para pasar la noche.
Quedaba al final del camino, que como un arcoíris se curvaba llegando siempre más allá, donde los días por venir se amontonan.
El futuro, que podía ser mar, orilla de una playa, viento, tarde o promesa, quedaba más allá.
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