Los gritos atronaban la noche y venían de la casa que siempre había lucido como abandonada; nunca se vio a nadie por las inmediaciones y en lo que fuera el jardincito delantero, un rastro amarillo de pasto seco hablaba de olvido.
En el vecindario las fábricas alzaban sus muros y algunas desocupadas y otras operando a medio tiempo constituían un ralo movimiento de personas que cesaba entrada la tarde; solamente algún vigilante nocturno embutido en un abrigo y protegido de lluvias eventuales por una caseta era testigo auditivo, mudo y aterrado de los gritos desgarradores, el llanto y el silencio que se prolongaba todo el día siguiente.
Dicen que lo que se escuchaba eran gritos arrancados por la tortura y que los silencios eran los de la muerte.
Imagen: lahora.gt
ein trauriger Bericht….
Liebe Grüße
Sarah
Espléndido.
No me agrada el vecindario.
Abrazos Profe
A mí tampoco, pero creo que la realidad es horriblemente real. Abrazo grande!
Podria ser en cualquier calle de estos lares, en estos tiempos…
Lo tremendo es que es posible y la imaginación queda corta…