Cortázar llamaba así a las mujeres en “Historias de Cronopios y de Famas”; ella se llamaba Esperanza y el nombre se lo había puesto su madre, que leía a Julio en secreto, porque el padre detestaba la lectura, detestaba a los argentinos y detestaba prácticamente todo.
El nombre fue motivo de largas disputas y él quiso siempre que se llamara Josefina, como su madre, pero finalmente transaron en ponerle los dos nombres; cuando nació y luego, Esperanza Josefina era, según le decía -casi con sorna- el padre a la madre, “tu Esperanza”, llamando él a la niñita “Mi Josefina”.
Esperanza Josefina creció y cuando su madre gritaba “¡Esperanzaaaa…!” sabía que era a ella a quien llamaba y acudía de inmediato, pero curiosamente si su padre era el que la llamaba, Esperanza se hacía la remolona, la distraída, demoraba en ir y cuando finalmente iba, le decía a su padre o que no lo había escuchado, o que había oído otro nombre y no creía que fuera a ella a quien llamaban.
El padre nunca entendió que a Esperanza no le gustara ser Josefina porque en realidad, el padre nunca entendió nada y la esperanza de las dos Esperanzas era que el padre desapareciera, pero como esto no pasaba, un día se fueron de la casa sin ninguna esperanza de volver.
Debe estar conectado para enviar un comentario.