ANDÉN


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Hace calor, mucho calor y el tren no llega; gotean lentos los minutos que forman charcos de ansiedad en los ojos mojando la esperanza.

 

El andén hierve y el calor agobia; estoy solo, sentado en una banca con mi ridículo maletín deportivo al lado que tiene dentro prendas de vestir de abrigo, una bufanda y guantes: allí guardo el invierno que iré desplegando cuando llegue a la nieve en el tren que demora inexplicablemente y creo que tal vez adivinó que era el único que huía del verano, del sol y de la playa hacia nieves soñadas y decidió no venir nunca, dejándome abandonado en el verano.

 

Imagen: http://www.elacontecer.com.uy

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GRITOS


gritos

Los gritos atronaban la noche y venían de la casa que siempre había lucido como abandonada; nunca se vio a nadie por las inmediaciones y en lo que fuera el jardincito delantero, un rastro amarillo de pasto seco hablaba de olvido.

 

En el vecindario las fábricas alzaban sus muros y algunas desocupadas y otras operando a medio tiempo constituían un ralo movimiento de personas que cesaba entrada la tarde; solamente algún vigilante nocturno embutido en un abrigo y protegido de lluvias eventuales por una caseta era testigo auditivo, mudo y aterrado de los gritos desgarradores, el llanto y el silencio que se prolongaba todo el día siguiente.

 

Dicen que lo que se escuchaba eran gritos arrancados por la tortura y que los silencios eran los de la muerte.

 

Imagen: lahora.gt

SAPOS, RANAS Y PRÍNCIPES


sapos, ranas y prÍncipes

En muchas historias y cuentos, croan por las noches los sapos en las lagunas, o tal vez sean ranas y allí entre batracios croadores suele encontrarse un príncipe encantado; calculo que serán sapos los que croan en los cuentos e historias porque si fueran ranas sería un poco tedioso explicar en un cuento, que siempre suele ser sencillo, eso de LA rana que se transformó en príncipe.

 

Imagen: http://www.significadossuenos.com

NÉCTAR DE DIOSES


yo tomando cafÉ

Mi amigo Santiago con su hijo Rodrigo vinieron el otro día de visita y trajeron café: dos bolsas de color rojo, metalizadas, de café sin marca alguna y que Santiago me dijo provenían de Villarrica, zona peruana que se precia de producir un café exquisito.

cafÉ villarrica

 

Yo tenía un café “normal”, preparado con el café molido “para pasar” que venden en las tiendas bajo una marca comercial muy popular y fue lo que tomamos, porque quedaba más de media cafetera llena y para tener listo y tomar el que Santiago y Rodrigo amablemente trajeron, se necesitaba tiempo, descartar el café “de marca” y luego, lavada y secada la cafetera, poner el nuevo café, el agua y encender la máquina de hacer café (la cafetera, pues) esperando a que el agua hiciera su trabajo al calentarse y pasar gota a gota por entre el grano molido de prometedor color “café oscuro” (pongo “café” como color en lugar de “marrón”, porque a nadie se le ocurriría la existencia un café color violeta y el decir “marrón”, en el caso del café, me parece muy simple y sin magia); el “rito” de pasar el café toma su buen rato y francamente una charla entre amigos, sin café, es algo que por lo menos yo, no puedo concebir, bebedor de “café conversado” desde siempre…

cafetera

 

Conversamos pues, bebiendo el café “de marca” que había y cuando después de una mañana de conversa Santiago y Rodrigo se despidieron, yo me quedé pensando en que tenía casi media cafetera llena y dos bolsas ahí, sobre la mesa de la cocina, llenas de ese café molido sin marca, que prometía durar, porque en casa solo tomamos café Paloma, los amigos que a veces nos visitan y yo; para decirlo francamente, no lo pensé mucho y el café “de marca” que estaba ya preparado fue a dar al desagüe vía el lavadero y di los pasos necesarios para que el almuerzo terminara con el café de Villarrica, que en cuanto abrí la bolsa exhaló un aroma maravilloso que me hizo recordar a cuando yo era chico y mi padre traía a casa el café recién molido que compraba en el centro de Lima…

 

Aunque suene manido, diré que valió la pena esperar porque –sin desmerecer para nada el almuerzo preparado rápidamente por Paloma- fue un verdadero premio el café de la bolsa roja metalizada, el sin marca, el de Villarrica, el que Santiago y Rodrigo nos trajeron de obsequio; es desde ese día que nos venimos “premiando” y ya solo queda una bolsa porque aunque diariamente solo seamos dos los “cafeteros”, consumimos bastante.

 

Y aquí, para acabar, una anécdota que creo ya conté, pero que viene a cuento: Alicia me decía siempre que tomaba mucho café y que eso no era bueno para la salud; una vez, en el médico, en presencia de ella pregunté cuánto café podía tomar y “confesé” que bebía de cuatro a seis tazas por día: miró sus papeles el médico, levantó la vista y me dijo: “Hmmmm…, cuatro infartos al corazón, tres al cerebro, hipertenso… Bueno, de algo se tiene que morir uno…”; es así que desde entonces me considero afortunado porque tengo al menos una certeza…

 

Alicia, no imaginas lo que te estás perdiendo…