No sé si sonaron las campanas de la iglesia Virgen de Fátima en Miraflores, arriba del mar, esa noche del jueves 30 de diciembre de 1971, pero desde entonces han sonado alegres para Alicia y para mí; las escuchamos y nos cuentan la historia que vivimos juntos, que no está escrita en libros sino en mañanas luminosas, alguna tarde con cielo gris y garúa finita, en noches llenas de estrellas que como puntitos luminosos invitan a contarlas, tomados de la mano y a soñar ese sueño que empezó de a dos y que hoy se prolonga en dos hijas y tres nietos….
Es un sueño hermoso del que no vamos a despertar porque significa una vida buena, con todo lo que vivir trae y lo que vivir se lleva, dejando solo lo mejor; este sueño que seguimos soñando es como un camino que tiene paisajes bellos, amaneceres, pájaros que cantan saludando al sol; este sueño es subir la montaña, para abrazados, cerca ya de la cumbre, mirar lo recorrido y entre las nubes ver que allá se desenvuelve nuestra historia…
Hoy, que es 30 de diciembre, sé que las campanas van a sonar alegres y más fuerte para nosotros dos y lo que importa en verdad es que siempre, su música, ha sido nuestra.
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