El hombre, ávido de oro, pidió al genio de la lámpara que su arca se llenara con lo que soñara aquella noche y se durmió pensando en montañas de monedas que hacían su fortuna.
El hombre, que era panadero, soñó con lo habitual y su arca y la panadería se llenaron con montañas de pan recién horneado, que después de la desilusión tuvo que vender esa mañana a cambio de monedas que si no formaban las montañas pensadas y deseadas, le permitirían seguir, volver a frotar la lámpara e increpar al genio que como casi todos los genios era un distraído y captaba a medias las cosas.
Imagen: sp.depositphotos.com
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