FUE SÁBADO ESE DÍA


MANUEL ENRIQUE MAGISTER

El 26 de diciembre de 1903, cayó sábado y fue el día en que nació Manuel Enrique, mi padre, allá en el Cuzco, hijo mayor de Manuel y Antonia, a quienes no conocí; dicen que ella era hermosa y él, en las pocas fotografías que conservo luce bigote de puntas, seguro engominadas, serio y mirando a la cámara, sin saber que su nieto las guardaría celosamente para de vez en cuando tratar de encontrar los rasgos de familia…

 

Manuel Enrique casó con María Antonieta; soy soy el último de sus cuatro hijos y el único que todavía anda por aquí, recordándolos siempre, pero en especial en fechas como estas en las que se unen Navidad, cumpleaños, su aniversario de matrimonio, el nuestro con Alicia y año nuevo…

 

Es especial el 26 de diciembre porque “de sorpresa”, todos los años, venían desde Arequipa mi hermana Teté y sus tres hijos para junto con Tony, nuestra madre y Panchín,  nuestro hermano, celebrar esa especie de “todojunto” que creció al casarnos con Alicia un 30 de diciembre, allá por el ´71.

 

Me resulta inevitable que los recuerdos se acumulen, las emociones -nunca idas- vuelvan a tomar fuerza y el corazón se ensanche con la alegría de la Navidadcumpleañosaniversariosañonuevo, época tan especial y larga como la palabra que compuesta por los sucesos familiares, es; asocié desde chico, la Navidad al cumpleaños de mi padre, al aniversario de bodas de Tony y Manuel Enrique y a ése empezar de un año que siempre trajo esperanzas…

 

Ahora, en este 26 de diciembre estoy aquí, el único de los cinco que queda, escribiendo estas líneas, quizá reiterativas pero donde los recuerdos se amontonan trayendo aroma de violetas, impaciente paciencia, sonrisas, manos tomadas siempre, el olor del queque “dos colores” horneado reciencito; regalos, nacimiento, arbolito, rumor de mar en la noche callada y la felicidad de saberse querido y querer.

 

Hoy era el cumpleaños de mi padre y lo va a ser siempre mientras tenga memoria     

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HISTORIA DE FANTASMAS


HISTORIA DE FANTASMAS 

El pequeño fantasma caminaba cogido de la mano por su mamá-fantasma en medio dela gente que abarrotaba el centro comercial, porque era fin de semana, había ofertas tentadoras, vitrinas llamativas y escaleras mecánicas que no paraban de subir y bajar.

 

  • “Mamá ¿por qué no tropezamos, no empujamos a nadie y por qué no nos ven?”, preguntó el fantasmita.

 

  • “Es que estamos muertos”, contestó la mamá, con la voz de agua cenagosa que solo el fantasmita podía escuchar.

 

  • “¿Cómo es estar muerto? ¿Nos morimos los dos, juntos o separados?”, retrucó, preguntón y curioso el hijito-fantasma.

 

  • “No lo recuerdo ya, pasó hace mucho tiempo; tal vez fue separados. Te encontré vagando por la calle…”, contestó distraída porque estaba viendo una cartera regia, que no podría usar.

 

  • “¡Y me viste! ¿No es que soy transparente…?”, insistió el pequeño.

 

  • “Los fantasmas vemos a otros fantasmas…”, continuó la fantasma que ahora se fijaba en una cama lujosa, de apariencia mullida, que invitaba al sueño…, aunque su sueño eterno lo pasara de pie.

 

  • “¿Y los fantasmas tienen hijitos…?”, volvió a la carga, incordiando, el aprendiz de ¡Bú!

 

  • “No pueden tener hijos…”, le contestó impaciente, un poquito azorada y perpleja.

 

  • “¿Y las sábanas…? ¿Qué pasa con las sábanas?”, repuso machacón, el protoplasma en busca de respuestas.

 

  • “¿Las sábanas…?”, dijo azorada, perpleja, incómoda y molesta la fémina invisible y sabanuda.

 

  • Sí.., los vivos, esos que sí se ven, ¿no se meten entre ellas para tener hijitos…? Lo leí no sé dónde…”, dijo con aire docto, dispuesto a seguir preguntando hasta saberlo todo sobre el interesante tema de la reproducción post mortem.

 

  • “Las sábanas cubren nuestra nada y no son para meterse entre ellas y hacer más fantasmitas…”, le respondió casi gritando con su inaudible voz.

 

  • “¿Y si otro fantasma se te mete debajo de la sábana…?”, preguntó picarón y sonriendo´, tapándose la boca para que ella que sí podía verla, respondiera…

 

  • “¡Mira qué lindo ese osito que hay en la vitrina…! ¿No te parece lindo?”, dijo mamá-fantasma, jalando al fantasmita, sin poder contenerse.

 

Imagen: quecomoquien.com