TIEMPO ROTO


TIEMPO ROTO

Estrelló el maldito despertador contra el piso, refunfuñando por el sueño interrumpido, tapándose de nuevo con la frazada y disponiéndose a dormir un rato más; cuando despertó, miró hacia la mesa de noche y al no ver el reloj recordó que lo había tirado y trató de alcanzarlo, pero no pudo porque el despertador estaba lejos, en una esquina de la habitación; se levantó y sentado en la cama esperó unos instantes para desperezarse, luego fue hasta la esquina de donde recogió a su martirizante mañanero, miró la hora y vio que marcaba las 11 y media: primero se asustó pensando que se había quedado dormido, pero luego de acercarse el caído a la oreja, comprobó que no hacía “tic-tac” y al sacudirlo, las manecillas se movieron solas, flojas, como descolgadas.

 

Comprendió que había malogrado el despertador y de sobre la mesa grande recogió su reloj pulsera para ver la hora, pero también, curiosamente, las manecillas bailaban como descolgadas; se lo llevó al oído mecánicamente, pero recordó que tenía una pila y no hacía “tic-tac”.

 

Encendió la radio y luego de una música que le pareció rara, escuchó la voz del locutor que decía: “Amaneció despejado en la ciudad, hoy quince de junio de mil novecientos treinta y seis…”; parpadeó y miró el calendario que estaba en la pared, acercándose: era noviembre del 2,018, claro, y el locutor debía haberse equivocado… “…El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Franklin D. Roosevelt dijo ayer domingo que…” siguió la voz de la radio y él no comprendió nada.

 

Imagen: sp.depositphotos.com

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