Su padre le había dicho que cuando cumpliera años, le daría como regalo el grueso libro encuadernado que estaba en el último anaquel del estante que estaba pegado a la puerta, dentro de la biblioteca; ése, al que por más que tratara no llegaría, ni usando la escalerita con la que los mayores sí alcanzaban…
Desde abajo veía el lomo rojo y soñaba por las noches con las historias que contendrían las páginas, seguramente dibujos fantásticos o hermosas fotografías de lugares perdidos; el libro era su obsesión y la promesa nunca había precisado en qué cumpleaños recibiría el regalo.
Pasó el tiempo y cada vez que preguntaba por el libro, la respuesta era la misma: “Cuando cumplas años”; ya llegaba con la escalera hasta la parte del estante donde reposaba, un poco ladeado, el grueso libro rojo y una tarde en que estaba solo en casa, subió hasta lo que consideraba suyo, para ver que el libro tenía una cerradura que le impedía abrirlo y ver.
Cumplió los dieciocho y ese día, después del desayuno, su padre le dijo: “Hoy cumpliste dieciocho y el libro es tu regalo de cumpleaños, vamos al escritorio…”; allí fueron y el padre subió por la escalera sin aceptar que el muchacho lo ayudara: bajó el libro, lo puso sobre la mesa y de su cuello sacó una cadenita que sujetaba una pequeña llave.
“Toma, el libro está cerrado con esta llave única que te entrego; yo la llevo conmigo desde que tú naciste y el libro, que siempre fue promesa, desde ahora es totalmente tuyo”.
El muchacho, colocó la llave en la cerradura dorada, como eran dorados los bordes de las hojas: giró y abrió la tapa, dentro, en la primera página, decía con letra manuscrita elegante: “¡FELIZ VIDA!, tu Padre.”; pasó una, dos, tres páginas y todas estaban en blanco: volteó con cara de pregunta, sorpresa y decepción y su padre le dijo: “Cumples dieciocho años y estás empezando a ser adulto, el libro es como tu vida hacia el futuro: está íntegramente en blanco para que en él, tus días llenen hoja tras hoja…”
El muchacho tenía la vida entre sus manos, la llave para abrirla y los días en blanco.
Imagen: sp.depositphotos.com
Qué precioso y conmovedor relato. El regalo prometido, la oportunidad de empezar de nuevo todos los días y en el proceso, registrarlo. Aplausos.
¡Gracias Paula! ¡Me gusta que te guste…! ¡Abrazo! 🙂 🙂
Me encató!!!!
poco a poco , día a día vamos llenando la hoja en blanco, de ti depende que sea de horror o de pensamientos frescos y profundos. Abrazo mi buen amigo.
Buen consejo para la recién cumplida mayoría de edad 🖐️
Muy bueno Manolo. Me encantó. 😊😊😊
¡Me alegro mucho! ¡Un abrazo! 🙂 🙂
¡Gracias….! 🙂 🙂
Es que hay que saber que uno se escribe la vida… 🙂 🙂 ¡Mil gracias por el comentario! 🙂 🙂
Así es… La vida como un libro por escribir, 🙂 🙂 ¡¡Abrazo grande!! 🙂 🙂
¡¡QUÉ BUENO!! 🙂 🙂
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¡Gracias!