PARA CONOCER EL MUNDO…
Día: 27 de marzo de 2018
EL REGALO
Su padre le había dicho que cuando cumpliera años, le daría como regalo el grueso libro encuadernado que estaba en el último anaquel del estante que estaba pegado a la puerta, dentro de la biblioteca; ése, al que por más que tratara no llegaría, ni usando la escalerita con la que los mayores sí alcanzaban…
Desde abajo veía el lomo rojo y soñaba por las noches con las historias que contendrían las páginas, seguramente dibujos fantásticos o hermosas fotografías de lugares perdidos; el libro era su obsesión y la promesa nunca había precisado en qué cumpleaños recibiría el regalo.
Pasó el tiempo y cada vez que preguntaba por el libro, la respuesta era la misma: “Cuando cumplas años”; ya llegaba con la escalera hasta la parte del estante donde reposaba, un poco ladeado, el grueso libro rojo y una tarde en que estaba solo en casa, subió hasta lo que consideraba suyo, para ver que el libro tenía una cerradura que le impedía abrirlo y ver.
Cumplió los dieciocho y ese día, después del desayuno, su padre le dijo: “Hoy cumpliste dieciocho y el libro es tu regalo de cumpleaños, vamos al escritorio…”; allí fueron y el padre subió por la escalera sin aceptar que el muchacho lo ayudara: bajó el libro, lo puso sobre la mesa y de su cuello sacó una cadenita que sujetaba una pequeña llave.
“Toma, el libro está cerrado con esta llave única que te entrego; yo la llevo conmigo desde que tú naciste y el libro, que siempre fue promesa, desde ahora es totalmente tuyo”.
El muchacho, colocó la llave en la cerradura dorada, como eran dorados los bordes de las hojas: giró y abrió la tapa, dentro, en la primera página, decía con letra manuscrita elegante: “¡FELIZ VIDA!, tu Padre.”; pasó una, dos, tres páginas y todas estaban en blanco: volteó con cara de pregunta, sorpresa y decepción y su padre le dijo: “Cumples dieciocho años y estás empezando a ser adulto, el libro es como tu vida hacia el futuro: está íntegramente en blanco para que en él, tus días llenen hoja tras hoja…”
El muchacho tenía la vida entre sus manos, la llave para abrirla y los días en blanco.
Imagen: sp.depositphotos.com
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