Para pensar, hoy viernes…
a través de Anclado al pasado
Es proverbial: “LOS MOSCOS SON INMORTALES”, se suele decir que uno “está pensando en la inmortalidad del mosco” cuando está distraído y francamente, con la cantidad de distraídos que uno se encuentra, debe ser un tema muy frecuente, este del pensar acerca de la inmortalidad del insecto en cuestión.
Deseoso de comprobar esta teoría y en realidad porque el artículo del que este post trata me resultó original, atractivo, ingenioso y… (Lo pensé en ese momento) ¡PERFECTAMENTE INÚTIL! Y muy adecuado para el proyecto, nunca realizado, de fundar una compañía llamada “STUPID ENTERPRISES” y que después por años, fue la razón social que fabricaba, representaba o distribuía (imaginariamente, por supuesto) los “productos” con los que “torturaba” a mis alumnos del curso “Técnicas de Razonamiento Creativo” en varias universidades y centros de enseñanza superior, que todavía se acuerdan del “Robotarium” (incubadora de huevos de robot), o la orina luminosa…
Se trata de una TRAMPA PARA MOSQUITOS (perdonen la falta aparente de respeto por usar un diminutivo, pero en inglés, porque aunque el artefacto esté fabricado en China las instrucciones están en el idioma de Shakespeare y de Donald Trump (si es que este último habla o dice otra cosa que bobadas, baladronadas y babosadas).
En español, pienso, la palabra mosquito puede nombrar a un bicho cuya picadura tal vez sea mortal, transmitiendo alguna de esas enfermedades de las que el hombre (a pesar de su enorme tamaño en relación al del mosquito) no ha podido librarse porque, o es muy cochino, o vive en zonas que son territorio liberado para estos transmisores de virus, o es que tiene la suerte de viajar como turista a la “tierra del mosquito” o simplemente admite como polizón a uno o más de esta especie en aviones, barcos, o para terminar, se contagia a través de alguien que fue picado y vino nomás, sin saber que su sangre contenía la posibilidad virulenta (de virus viene, seamos claros) del dengue, la chikunguya, la “yellow fever” u otras enfermedades más que no cito, pero demuestran la versatilidad de ese minúsculo asesino…
Volviendo al objeto de este post, la “mosquito trap” que adquirí hace como cuarenta años en los Yunaites (cuando le ganaban a China en ser la tierra donde se podía encontrar casi cualquier cosa, a pesar de que, fíjense: los chinos ya habían incursionado en el mercado mundial de las cojudeces, pero al parecer fabricaban por encargo), es una pequeño e ingenioso (ya lo dije) adminículo que permite cazar uno a uno los mosquitos… ¡vivos! (por lo menos así lo dice el texto impreso en el cartón del blíster de envase); pero no sé bien si esto es por humanidad, en vez de fumigar o usar aerosoles o cremas repelentes, lo que los mataría o ahuyentaría de su humano alimento en base a sangrecita tibia, o es que detrás hay una maquiavélica maquinación destinada a coger a cada mosquito y vivo, abrirle la boca y darle una dosis adecuada del mejor “toxiquito”, o poner un pomito con miel y veneno para que pique, chupe y así darse el gusto de liquidarlos por unidad, pacientemente; puede ser que tal vez lo que se busque es atrapar al volador y encerrándolo entre las manos, aplicarle una dosis de zumbidos mareante, hechos con la boca, para que sepa lo que es el ruido que produce y no deja dormir…
Claro que esto último podría sonar muy vengativo, pero resulta poco práctico, porque el mosquito puede picar una de las manos que lo cubren y contagiar al captor, con lo cual, como kamikaze del reino animal, el mosquito se inmolará pero transmitirá su letal carga: digamos, morirá matando.
Esto, alerto, este puede ser un atentado contra la tan mentada “inmortalidad del mosco”…
No puedo hablar de experiencia personal en el uso de la “mosquito trap”, porque la tenía como curiosidad, guardada en un cajón, sin abrir el blíster, salvo ahora, que lo abrí para hacer unas fotografías que ilustren el post, pero no tampoco puedo dejar de notar, sin embargo, que es algo oficial, por lo menos en lo que al estado de Minnesota se refiere y que sirve para que los aprendices de cazador de mosquitos puedan hacerse su propio abrigo de piel… ¡de mosquito!
Como diría la “China” Tudela*: “¡Regio!… ¿No?”.
*Célebre personaje de mi amigo Rafo León.
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Escritora, redactora y editora del lado infra literario opuesto a la revistilla del montón* - palabras de René Wellek y Austin Warren en su obra " Sobre la Teoría Literaria". Editora en el sitio Masticadores Sur
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