El viento hace volar papeles amarillentos por el sol en las calles y silba en alambres que no llevan ni traen los mensajes; el viento, dueño y señor del pueblo que ahora es casas vacías, medio derruidas con ventanas que miran al vacío y parecen muelas sobrevivientes de una antigua dentadura, cariada e imaginaria; ese viento no es que sepa de horarios pero en las noches, calla y descansa.
Ese mismo viento antes fue mensajero de cantos, balidos, música y todo lo que suena cuando la vida es una sucesión de días; ahora solamente sabe silbar esa triste y extraña melodía que se produce cuando todos se han ido.
La soledad y el viento, compañeros de un sol que no calienta, se han quedado; lo demás, como los choclos grandes, se desgranó y terminó acabándose, agua que se evapora y se convierte en nube, que el viento, siempre el viento, se lleva tras los cerros azules.
Imagen: cazamitos.com
Un relato un poco triste, está muy bonito. Saludes Manolo.
¡Gracias! Un pueblo fantasma es siempre triste… ¡Abrazo! 🙂
Bello ! 👏👏👏
¡Gracias…! 🙂 🙂
Abrazo Manolo, cuidate. Saludes a Pierce si sueñas con ella. Ya tengo gatito, Dalí se llama y es super inteligente.