Hay días en los que algo hace que la tristeza se vaya por un rato y es precisamente de eso que me ocurrió ayer, quiero contar; por correo electrónico me enteré de la triste noticia que anunciaba el fallecimiento de Iván –“Pipo”- Rivera que fuera amigo y compañero de clase en el colegio desde el 52.
El recuerdo de Iván me lleva a las clases en las que el aula se dividía en “Roma y Cartago” con sus banderas respectivas –una azul y otra roja- en competencia diaria, con puntos que se iban anotando en la pizarra y que decidirían al ganador al terminar el mes; lo estoy viendo sostener la enseña victoriosa y sonreír, modesto y contento.
Iván Rivera Flores, el amigo entrañable que fue algún tiempo después Ministro de Industrias, trabajó en el Banco Mundial; el “Pipo” buena gente, el que enseñaba medio año en Washington en la universidad y el otro medio en Lima; el que pese a sus dolorosas diálisis, creo interdiarias, era el Iván de siempre reflexivo y certero , el mesurado.
Estuvo a visitarme hace como tres años, cariñoso, preocupado él por mi salud, como si para él fuera lo más normal vivir con sus dolencias que siempre vi más grandes que las mías y que usé muchas veces como el mejor ejemplo de entereza; al despedirse me dijo “nos veremos de nuevo cuando vuelva de Washington para seguir charlando”…
Ayer, a la hora del almuerzo, cuando voló, entrando por la puerta-ventana abierta una mariposa blanca, de inmediato pensé que era Iván y que me hacía el honor de venir hasta aquí a despedirse; luego salió como había entrado y se perdió, volando; ¡adiós Iván, feliz vuelo!: saluda a los amigos allá por los luceros y recuerda que todos por aquí te queremos mucho.
¡Gracias por ser amigo!
Imagen: http://www.taringa.net
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