Le dijeron que era mejor olvidar y mientras más se empeñaba en hacerlo, los recuerdos volvían para tejer una red invisible que lo ahogaba.
Un día no pudo acordarse donde había dejado sus anteojos; otro, se le perdieron las medias azules; pronto, se dio cuenta, una mañana, que no había tomado el café.
Después no pudo darse cuenta de que olvidaba porque no lo recordó.