“Espera a que te toque el turno”, le amonestaba su madre y él le preguntaba que si el turno era un animal.
Pasaron los años y a un perro que le regalaron le puso “Turno” por nombre, recordando la anécdota de su infancia; lo que no imaginó fue que cuando creciera, “Turno”, desconociéndolo, le mordería en la cara.
Debe estar conectado para enviar un comentario.