Manuel Enrique se fué un día como hoy, pasadas las 12 de la mañana.
El infarto que se lo llevó no le borró la sonrisa y sonriendo –casi como pidiendo disculpas- me dijo que le dolía.
Se fue entre mis manos, haciéndole un torpe masaje al corazón.
Me quedó su sonrisa y ese dolor suyo, que yo tan bien conozco
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