Se ha interpelado a la Ministra de Educación, lo cual no es sino que ella vaya al congreso a responder a un número determinado de preguntas que previamente le fue alcanzado; después de producidas sus respuestas vino un largo “debate” que en realidad fue un festival de insultos y malos tratos.
¿Debate? ¿Con qué se come eso? Parecían ser las preguntas que se hacía la mayoría de progenitore(a) s de la patria.
Pues bueno, fieles a su interpretación aprovecharon cada minuto en que les tocaba hablar para expresar (es un decir) su disconformidad absoluta con la Ministra y su actuación durante la huelga de profesores escolares.
La Ministra hizo “mea culpa” y reconoció deficiencias, pero también puso los puntos sobre las íes. Por supuesto esto último no les cuadró para nada a quienes, como perros guardianes de la “fiscalización” sintieron que la interpelada “no había satisfecho al parlamento”.
Pasarán unos días y ya lo adelantaron, censurarán a la funcionaria pública; algunos sugirieron que “dé un paso al costado” para evitarse la censura; en palabras llanas, la van a botar y les parecería bien que se fuera antes de que la boten, para evitarse –y evitar al Gobierno- un papelón.
Por supuesto, todo esto de la censura es pura especulación y no se hará realidad hasta que se concrete; pero el ánimo parece ser el de hacer rodar su cabeza y mostrar un Ejecutivo débil al cual se puede vapulear sin mayores problemas. No de otra manera, creo, se interpretaría una censura a estas alturas, porque al dar fuerza a los “argumentos” que los profesores esgrimen para perennizar la huelga se les da completamente la razón (que la tienen parcialmente no hay lugar a dudas): “La Ministra (el Gobierno) tiene la culpa, por eso sancionamos”.
Se cita una encuesta donde un 75% del país está de acuerdo con que Marilú Martens deje el ministerio; una mayoría parlamentaria “interpreta ese sentir” y probablemente la Ministra tenga que irse.
Es verdad, lo dice la frase, “Coma caca; millones de moscas no pueden equivocarse”.
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