Llovía, pareciendo que el cielo se deshiciera en agua o que estuviera cayendo toda la contenida desde siempre por un dique invisible.
Llovía y nunca una lluvia había durado tanto, haciendo que los ríos se salieran del camino trazado y las gotas repiquetearan sobre el espejo maligno de unas aguas que lo inundaban todo.
Llovía y hasta que la corriente turbulenta de un río que había sido arroyo se lo llevó, no paró de llover.
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