Siempre quiso la guerra y se alistó a la primera oportunidad que tuvo; no lo destinaron al frente sino que lo mandaron a una oficina donde debía llenar formularios cuyo destino ignoraba; pidió ser enviado a combatir pero le dijeron que su trabajo era muy importante y que estaba contribuyendo a la victoria.
Pensó: “Uso un lápiz en lugar de un fusil y estoy sentado frente a un escritorio en vez de arrastrarme por el barro” y se sintió mal.
Cuando vino la paz, lo desmovilizaron y entendió que en el lápiz estaba su destino.
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