Siempre dijeron que se parecían.
Claro, eran primos hermanos y era lógico que tuvieran un aire de familia, pero lo curioso es que tenían la misma edad y gustos similares.
Juan vivía con su padre, porque su madre había muerto cuando él era muy chico y no tenía hermanos; Arturo con su madre y su padre que siempre le quisieron mucho, porque era hijo único.
Ambos pasaban mucho tiempo juntos y jugaban a gusto, siempre en casa de Arturo porque el padre de Juan trabajaba y no podía estar vigilando a los chicos; en la casa de Arturo siempre estaba su madre, la tía, que les hacía postres y les contaba cuentos.
Juan y Arturo crecieron y tomaron caminos diferentes, pero siempre que se encontraban el resultado era que seguían teniendo gustos muy parecidos e inclusive, cuando se enamoraron sus respectivas chicas se llamaban Susana.
Se casaron y tuvieron los hijos. Susana, la esposa de Arturo dio a luz mellizos y todos se alegraron.
Eran, sin que Juan y Arturo supieran, los segundos mellizos de la familia.
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