
El tema no es nuevo , solamente se ha tecnificado.
La guillotina reunía multitudes, el uso de la silla eléctrica o la inyección letal es seguido a través de los diversos medios masivos; en el circo romano existían los combates a muerte entre gladiadores y había fieras que destrozaban a víctimas que tenían algo mínimo para defenderse (una red, una espada) o que inermes eran devoradas en público.
El ser humano, que es un amante de emociones fuertes, las ha buscado en todo: desde el sobresalto continuado e in crescendo de una película de horror hasta la sensación de caer al vacío de una montaña rusa; desde la lectura de novelas de terror, hasta el “juego” de la ruleta rusa, donde el jugador tiene probabilidad cercana de morir.
Sentir el escalofrío de la muerte es algo con lo que la mayoría de los seres humanos se solaza; ver morir a alguien parece ser lo máximo.
No entiendo de otra manera el que miles y miles de personas vean por una red social como un hombre dispara contra un anciano, matándolo sin motivo alguno; que una niña se suicide ahorcándose colgada de un árbol; que sean espectadores del asesinato de una bebé por su padre, que luego se suicida…
Pero a este ser humano parece no bastarle el ser espectador y se vuelve actor: la niña y el padre graban SU PROPIA MUERTE y un hombre en Alabama, USA, se dispara con un fusil, “en vivo y en directo” por la misma red social donde se ha visto todo lo anterior y mucho más.
El problema no está en las redes sociales sino en ese ser humano que las usa. En ese individuo desquiciado o insensible, morboso más que curioso. Ese que busca lo que les sucede a “otros” para reafirmar lo bueno que es y que no puede vivir si no es enterándose de lo que los demás ocultan.
Este que ahora trata de ser protagonista y ser visto por miles de ojos en su acto final e irrepetible personalmente, pero que espera se perpetúe en imágenes, en un medio del que le han dicho que no borra nada. Es su manera de pasar a la historia; esa con minúsculas, cuando desearía que la Historia lo recuerde.
Pudiera ser que se empiece mirando para sí y se termine muriendo para un público que cree tener, en las teclas de una computadora, el Destino.
Fotografía: Un hombre de Alabama identificado como James M. Jeffrey, de 49 años, transmitió su suicido a través de Facebook Live (Tomado de INFOBAE).
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