
Todas las mañanas sacaba a pasear al perro; lo llevaba al parque donde después de un rato lo soltaba y jugaba con él. Le volvía a poner la correa y caminaban de regreso hasta la casa.
El perro esperaba cada mañana que le pusieran la correa para sacar a pasear a al hombre y después, en el parque, jugar un rato con él. Regresaban a la casa y ambos eran felices pensando que hacían feliz al otro.
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