En medio del parque, le gritó mientras lo zamaqueaba: “-¡Ya no tienes edad para hacer eso! ¿Tú crees que voy a estar todo el tiempo cuidándote…?”; y después le dio una cachetada.
El recuerdo de los gritos, del golpe y el dolor, nunca se compararon con la humillación y las caras asustadas de los chicos.
Tiró el costal sobre un montón olvidado de basura, detrás de la pared de adobe y se fue para tomar el micro. No supo por qué Roberto, su padre, no gritó como años atrás.
En la historia de nuestros niños (muchos aún lloran dentro de nuestro corazón). Me parte el alma cuando tengo que ver esas cosas. Gracias Manolo.
A veces se cree que siempre serán niños indefensos.
¡Gracias a ti!