Todo era de otros. Había tomado de aquí y de allá para construir su vida. Lo único verdadero (y en realidad no se acordaba) era su nombre.
De acuerdo a sus necesidades fue inventándose, pero no con imaginación, sino imitando. Una cosa llevó a la otra y la maraña que había tejido parecía una hermosa tela.
Un día se sintió raro y busco la peor enfermedad, aquella que llamaría la atención y se la adjudicó. Todos le tuvieron compasión y decían que no había dicha completa y que sin salud, la riqueza no valía nada…
Su papel, copiado, por supuesto, fue entonces el de un luchador que vence adversidades.
No pudo escaparse de plagiar. Su última gran copia la cometió al final: dejó de respirar, como lo hacen todos.
Qué gran ironía!
Es que la realidad suele ser tremendamente irónica.