Entre las historias que María Vázquez me contaba cuando estaba chico, prefería aquellas donde participaba “Canosito”, un personaje que no por inventado era menos terrorífico. Y no es que fuera monstruoso ni particularmente horrible, porque María nunca me lo describió físicamente pero eran sus acciones y el que apareciera en ciertos lugares y circunstancias lo que me hacía sentir un miedo que consideraba delicioso. Al fin y al cabo, allí estaba María con su ingenuidad cajamarquina, para protegerme, sentada a los pies de la cama.
Muchos años después, al leer a Lovecraft, comprendí que el temor a lo desconocido me lo enseñó María cuando contaba sus historias, porque en el fondo, lo que sucedía en ellas, de pronto para no aterrarme con materializaciones como la calavera, los fantasmas u otros, solo lo sugería: nunca supe cómo era “El Canosito”, aunque me diera miedo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.