SIN TERMINAR DE LEER


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El torturador sabía que tenía que ir temprano, o sea que puso el despertador a las 6.00 a.m. Dejó preparada la ropa para cambiarse después del duchazo mañanero y leyó un par de páginas del informe. Decidió que era mejor dormir.

Apagó la lamparita azul de la mesa de noche y por un momento el cuarto estuvo a oscuras. Después, el brillo tenue de los números y las manecillas del reloj fue lo último que vio antes de cerrar los ojos.

Cuando sonó, no hubo una mano que tanteara deteniendo la alarma. Sobre el suelo estaba en informe, cuya carátula decía: “CONFIDENTIAL”.

Nunca se levantó de la cama, porque los muertos no caminan.

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