No sé por qué se extrañan que el señor Acuña, que es un emprendedor, quiera incursionar en la venta de panetones.
Ha hecho lo correcto, pues lo primero es crear una marca y “Don César” es una buena opción (casi tan buena como cualquiera). Es su nombre y el “Don” es muy norteño.
Para identificarlo, qué mejor que su foto (la del señor Acuña) en el envase. Total, si el panetón “Don Lucho” tuvo su momento de gloria marketera…
Luego ha hecho lo que aconseja la razón: muestrear el producto, regalándolo, a ver si los consumidores lo prueban y lo aprueban.
De pronto eso es todo y con la publicidad de la tele y los impresos se gana, aunque yo le recomendaría que agregara el “Don César” y tal vez la palabra panetón.
Tal vez, si el asunto camina y tiene éxito, haya planes de producir “acuñas”, ese tradicional dulce peruano de miel espesa de caña y maní… Para mayor facilidad, el nombre es su apellido.
Se ha armado todo un alboroto por una simple marca de panetón. ¡Cosas de la vida!: a su conglomerado de empresas quiere agregar la de panadería, con un producto de fantasía y si de nombres se trata, en vez del de un poeta egregio o uno histórico, prefiere agregar el suyo; tal vez, porque no se atrevió a llamar “Don César” a alguna de sus universidades.
Claro, “Don César” (por muy Don que sea) no suena bien para un centro educativo superior y resultó mejor ponerle el nombre de César Vallejo, el poeta laureado; total, es un César también y aunque esté muerto, es famoso.
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