Su sueño había sido siempre ser futbolista.
En la televisión veía partido tras partido sin cansarse; de chico sus padres se preocuparon porque no le gustaban los dibujos animados y se aburría cuando no había futbol en la tele. Pasó el tiempo y un día recibió como regalo una computadora en la que podía estarse horas jugando a su deporte favorito. No coleccionaba nada que tuviera que ver con el balompié; todo era ver y jugar virtualmente. Allí estaban su alegría y sus triunfos. A sus quince años las canchas verdaderas seguían siendo un sueño. Lo que verdaderamente lamentaba era estar casi todo el día sentado y no tener piernas.
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