La CADE es un campo de pruebas donde cinco candidatos “grandes” tantean el terreno. Un terreno que es solo una partecita minúscula de este Perú inmenso y variopinto.
Allí no es donde “de verdad” están los votos, que mayoritariamente anidan en otros lugares donde no hay cámaras, flashes, ni piscinas. Donde la realidad es otra.
Tal vez se piense que con esto busco desacreditar a la cita de Paracas, pero lo único cierto es que cinco competidores dicen generalidades en busca de aplausos y risas de una pequeña audiencia que los aliente. Digamos que es un calentamiento, la calistenia previa a la carrera de fondo en la que van a competir.
De propagar lo que digan y de interpretarlo se encargan las cajas de resonancia: prensa hablada, escrita, televisiva e internet. Es un acto en el que se reúnen pares acostumbrados a decidir destinos y los candidatos ofrecen su mercancía. Vuelvo a decir que lo de Paracas no es el Perú, por más ejecutivos que se reúnan; sin embargo tiene gran resonancia mediática y parece que por algunos momentos todo girara en torno frente a ese lugar que mira al mar. Pero una cosa es lo que sucedió allí, lo que dicen los medios y lo que continúa pasando en el Perú; un país que espera que más allá de las promesas y las palabras engoladas, acariciantes, técnicas o torpes exista un futuro en el que se pueda creer. Con mayor o menor suerte se han lanzado los globos de ensayo y se intentará medir los resultados; pero solo fueron cinco y los competidores son más. ¿CADE les da alguna ventaja a estos “ensayistas”?: exposición mediática; posibilidad de tanteo frente a un auditorio que se dice plural, pero tiene su sesgo.
¡Cuidado! Lo dicho es para no asustarlo. O para complacerlo. No se busca el aplauso entre enemigos. Ni la risa tampoco.
Foto: RPP.
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