Escribo desde hace casi cincuenta años, especialmente para publicidad y a pesar de ello, o tal vez por ello, es que a la poesía le tengo un gran respeto. No significa que no respete a la escritura en general, pero la poesía es un caso aparte, por lo menos para mí.
Por eso, creo que es un atrevimiento publicar aquí algunas líneas escritas hace mucho, mucho tiempo. Seguramente tienen influencia de algunos poetas que leí y que fueron formando mi modo general de escribir. Poetas que leí y leo, porque siempre me ha parecido fabuloso el arte de tratar a las palabras, haciéndolas brillar como si fueran gemas y engastarlas en coronas magníficas.
Envidio sanamente a los poetas.
Envidio sus imágenes, sus malabares virtuosos, el sonido que sus versos producen y su manera de llegar a lo más profundo de la conciencia de los hombres.
Me atrevo, porque me parece que he perdido la vergüenza.
“Debajo están los hombres”
dijo el dios.
Y el mensajero desplegó las alas
para abarcar el cielo
y llegar hasta donde
los días tienen término.
“Debajo están las aguas”
dijo el dios.
Y como un remolino
se montó sobre el viento
para rozar el mar.
“Debajo está la noche”
dijo el dios.
Y silenciosamente
cruzó el terciopelo
oscuro de los sueños
y en un vuelo vacío
se perdió.
A modo de haikus
Después de amanecer
los pájaros sacuden
el rocío de sus plumas
para producir lluvia.
Con el sol, la noche
se convierte en un recuerdo.
O en un sueño.
No hay nadie.
La creación todavía
No ha empezado.
Tela color de bruma,
cintura de la tarde,
piedra miliar,
apócope de santo.
Saturnal.
Ropa vestida,
máscara,
disfraz de carnaval,
persona hendida,
púrpura milenaria.
Ámbar.
Suntuosidad drapeada,
colgadura en el muro,
orgullo de bordado
y pedrería,
máquina de mostrar.
Mujer.
Cuando detrás del espejo
de agua encuentro
que mi imagen se parece
tanto a los sueños
agito con la mano
los recuerdos para que
el agua borre
las noches.
Cuando en la oscuridad
del amanecer encuentro
al sueño
abro los ojos para
buscar la luz.
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