Palabras más o menos, Hugo Neira dijo alguna vez que los peruanos, cada cinco años, elegimos un presidente para echarle la culpa.
Pues ya viene el momento en que elegiremos al próximo culpable, que de pronto tendrá una luna de miel con sonrisas y halagos, para después aguantar la lluvia de improperios, dudas, acusaciones y una que otra verdad, de esas filudas, que hacen daño si caen con acierto. Luego vendrá una luna de hiel y al final habrá un largo suspiro y de nuevo a empezar.
Me pregunto por qué somos así y la respuesta tal vez sea que no sabemos lo que en verdad necesitamos, ni tampoco lo que en el fondo queremos. Encontramos muy cómodo trasladar todos nuestros errores, frustraciones y traumas a un chivo expiatorio, elegido entre varios. Porque eso sí, para descargar nuestras culpas, nos damos el “trabajo” de escoger. Claro, después diremos que nos equivocamos, pero tenemos a un culpable al cual acusaremos sin cesar por cinco años y así, hasta la vez siguiente.
Lo que no calculamos es cuándo será esa vez, porque de pronto a alguien se le ocurre patear el tablero y en lugar de elegir a un culpable, tenemos que sufrir a un “enviado de los dioses” que decide venir para quedarse.
Los peruanos hacemos malabares con el fuego, pero debían advertirnos que el fuego quema.
Debe estar conectado para enviar un comentario.