En la Edad Media se solía hacer preguntas como “¿Cuántos ángeles pueden bailar en la cabeza de un alfiler?”. Temas tan trascendentales como ése tratan de distraer la atención, lográndolo muchas veces, de lo que en realidad sucede en el Perú.
Resulta que nos piden que nos fijemos en cosas absolutamente accesorias, en vez de que se tome al toro por las astas y nos remanguemos para resolver los verdaderos problemas. Bajo los lemas de “no hagan olas” o “no mojen que no hay quien planche” buscan que se mire para otro lado para no tener dificultades y seguir accionando impunemente.
¿A quiénes me refiero? A los de siempre. A quienes han hecho del Perú su chacra y cosechan a manos llenas desde hace tanto. Porque la sinvergüencería no tiene edad y se mueve cómodamente en el tiempo.
Tratan de distraernos regalándonos vidrios de colores, figuritas y chucherías mil. Creen que si no vemos no nos daremos cuenta y seguirá la farra para alegría de ellos y lucro, por supuesto.
Mientras tanto, lo que está sucediendo es que rodamos por la cuesta, cada vez a mayor velocidad. Pero quieren que sigamos distraídos, como si fuéramos un montón inconsciente de gente que va bailando cumbia hacia su muerte.
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