LA MÚSICA ME LA ENSEÑASTE TÚ


TONY CHIQUITA

Era un negado para la música y tú, pacientemente, me hacías escuchar a Beethoven Chopin, Rachmaninoff.  No te importaba que al principio me aburriera, porque sabías que poco a poco les tomaría el gusto. Matizaste después con zarzuelas, música más ligera, canciones y todo un repertorio que como sucedió con la lectura, me abrió el apetito y quise escuchar más. Me gustó mucho el jazz y compré discos y discos. Primero esos de 45 rpm, que tenían una canción por lado y luego los de 33 rpm que aseguraban escuchar sin tanto movimiento. Recuerdo la alegría cuando fuimos a ver una grabadora Sony, que tú y mi papy me obsequiaron. La compramos (es un decir, la pagaron ustedes) en Carsa de Galerías Boza (en el centro de Lima, el Jirón de la Unión). Era una maleta con dos parlantes que hacían de tapa, desmontables; dos micrófonos color crema y la maravilla de tener mi propia estereofonía. Pude escuchar, grabar, hacer experimentos. Recuerdo haber grabado de la televisión (el televisor era un Saba, también comprado a crédito en Carsa) en el año 67, el Festival de San Remo, completando las canciones que me faltó grabar, sacándolas de discos, editándolas con aplausos y todo. Estaba tan orgulloso de esa grabación, porque me tomó tiempo, mucho tiempo lograrla, pero quería demostrarte que sí había aprendido a gustar de la música. Tal vez nunca te dije esto hasta ahora, pero tantos años después quiero darte las gracias. No fui un alumno aprovechado, ni pude cantar bien o tocar instrumentos (una pena, seguro para ti que tocabas el piano y un poco la guitarra), pero aprendí a escuchar música. A viajar a lugres hermosos sin moverme siquiera.

Recuerdo el entusiasmo con que escuchábamos un disco nuevo o una grabación en cinta (había carretes y discos por todas partes en mi cuarto) y tú asentías con la sonrisa, pero sabía que en el fondo, considerabas superior a Beethoven. Cuando te llevé de regalo por tu santo una nueva versión de la 9ª sinfonía, me miraste en silencio y el beso que me diste, lo llevo fresco siempre en la frente.

Hoy, 26 de junio, es tu santo nuevamente y tendrías 114 años. Quisiera regalarte algo, pero sé que seguro estarás celebrando con Ludwig van Beethoven, Manuel Enrique, Lucho y Panchín. No puedo pensar en un mejor regalo que ese que ya tienes.

¿Sabes, Tony? Me enseñaste la música y ése sí fue el gran regalo que me hiciste tú a mí. ¡Gracias!, cualquier música me trae tu recuerdo.

Anuncio publicitario