Lo hago muy pocas veces, pero esta, me perdonarán, pero se me sale la felicidad por las costuras. Es una fotografía que grafica el cariño cosechado a lo largo de 30 años y me demuestra que estuve en el camino correcto.
El Instituto Peruano de Publicidad (IPP), celebró su tradicional parrillada y como siempre, hace tres décadas, todo fue una fiesta. Dieron un reconocimiento a algunos profesores y entre ellos, Andrés Romero, el hijo de Julio, mi gran amigo, que ya no está con nosotros y uno de los que me empujaron a enseñar (el otro fue Alfredo Goitre), me entregó uno a mí. Sorpresa y agradecimiento muy grandes, porque físicamente no he podido volver a mis clases desde hace cinco o seis años.
No sé si algún día podré regresar, pero siempre he sentido la tentación de hacerlo, aunque el cuerpo se niegue a acompañar mi voluntad.
Lo que importa es que pude estar allí gracias a Carmen Vera, amiga de los primeros días del IPP, que me llevó y me regresó a casa. No me podía perder ver tantos rostros conocidos, recordados y queridos. No me podía perder los abrazos cariñosos y el sentirme en familia.
Por eso escribo esto; porque sentí que el tiempo no había pasado para nada: el afecto está intacto y el buen humor también. Escribo, porque quiero que sepan que me siento feliz. Que el agradecimiento por estos treinta años, de los cuales fui partícipe activo en 25, es para todos los que hicieron posible que fuera profesor. Son tantos que la memoria no basta, pero quiero que sepan que llevo a cada uno aquí, en mi corazón.
Debe estar conectado para enviar un comentario.