Parece que estuviéramos jugando.
Las voces de alarma se confunden con las risas, pero resulta que el asunto no es nada risible.
Cada uno busca su propia justificación o excusa y señala al siguiente. Y este a otro y este otro a otro a su vez. Los dedos señalando parecen un alambre de púas.
Todos se salvan. Nadie tiene la culpa y hay una santa indignación cuando alguien duda. Pero los que pagamos el pato, somos los que no estamos jugando. Quienes sin hacerlo, están perdiendo.
Mientras tanto el juego sigue y nadie dice nada. Los culpables sombrean su culpabilidad, responden acusando y todo pasa como en una película donde el malo sonríe y el bueno, ojalá que en la escena final, cabalgue hacia el poniente después de haber vencido.
Ilustración: LUCKY LUKE.Com
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