No son niños y niegan cualquier culpabilidad. Son a su modo de ver “santos”, incapaces de maldad y de ninguna manera son culpables de los delitos que se les imputan.
Se los ha apresado porque sí, para tender una “cortina de humo” que tape otros escándalos. Sus abogados, en la mayoría de los casos, han declarado que sus clientes no tienen responsabilidad. Sin embargo, la fiscalía acumula las pruebas que demuestran precisamente lo contrario.
La sociedad tiene que defenderse de delincuentes; hay que investigar, acusar y juzgar. Hay que destejer redes y desnudar los nexos que poseen. Hay que actuar, para impedir que los mafiosos continúen.
Los “santos inocentes” y su coro gritarán. Van a tratar de confundir y negar todo. Van a buscar las “ayudas” que todavía queden y es que la podredumbre aún subsiste.
Van a hacer lo que sea; a intentarlo todo. Es que de pronto ven que se va acabando su impunidad y que las pruebas, hablan. Esta mafia parece estar herida de muerte, pero antes de morir tendrá estertores peligrosos. Hay que esparcir la sal en el terreno donde fructificó, para que no regrese nunca más.
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