OREJERAS


orejeras

La primera vez que las vi, creo que fue cuando era chico en alguno de los “chistes” de “Tom & Jerry” o “La Pequeña Lulú”. En Lima, las orejeras que se usan para proteger las orejas del frío, son (por el clima) desconocidas. Aquí nunca el hielo requiere, como en muchos otros lugares, usarlas.

Seguramente entonces pensé que eran unas cosas que la gente se ponía para no escuchar, hasta que con el tiempo y lo que me contaron, explicaron o leí, comprendí lo que eran y para qué servían.

Luego vinieron los auriculares que también vi en los chistes, esta vez en los de “El Halcón Negro”, donde algún personaje operador de radio los usaba y después tuve audífonos que usé para oír mi música, cuando adolescente, y no fastidiar a los otros.

Salvo las orejeras, lo demás, incluyendo audífonos, sirve para escuchar claramente, regulando el volumen hasta que uno se sienta confortable.

Ahora, a veces pienso como cuando era niño y las orejeras me parecían una especie de silenciadores. Las imagino como algo que me evitará el ruido, los gritos y todo el sonido desagradable y de increíble volumen auditivo.

Sí, sé que hay audífonos especiales, como los que usan quienes trabajan en lugares ruidosísimos, en los que los oídos sufren y la sordera acecha. Bueno, supongo que se me vería raro si uso unos así, o unas orejeras como las de los “chistes” de mi infancia, para evitar toda esa catarata de sonidos disímiles, notas desafinadas, gritos, estupideces y argumentos imbéciles con que nos bombardean minuciosamente desde que amanece cada día.

No es que quiera ser sordo, sino que gustaría tener la facultad de filtrar. Porque pienso a estas alturas, que ya escuché bastante y que sería bueno descansar los oídos.

Sé que es imposible a no ser o que no escuche nada o que camine con audífonos, oyendo alguna música y no oiga nada más. Por eso seguiré fantaseando con unas orejeras de cómic y me haré el que no escucho. Lo malo, es que sé que oiré y creo que lo que tal vez deba hacer es que en verdad no me importe.

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