YA VAN A VENIR…


TONY YQUIQUE

Miro a la gata Pierce observar por la ventana y pienso que los está esperando. No los conoció nunca, pero parece que presintiera que ya van a llegar. Y pienso igual, porque seguramente, sabiendo que casi no salgo, llegarán hasta aquí para que los felicitemos por su aniversario de matrimonio y se quedarán a almorzar y a tomar lonche, celebrando sus 84 años de matrimonio con dos queques, uno de fragante manzana y otro marmoleado de vainilla y chocolate. Conversaremos de naderías y extrañaremos a Teté que está en Arequipa, a Panchín que se fue…

Ellos, Tony y Enrique también se fueron hace tiempo y están con mi hermano Panchín y con mi otro hermano, Lucho (el rubio) al que no conocí. Están celebrando y mirándonos.

Hoy es su aniversario, ayer fue el de nosotros y también esta noche el calendario del mundo avanza un año. Mucho por festejar. Mucho que agradecer.

Hoy, 31 de diciembre miro por la ventana  -como Pierce–  y presiento su llegada. Es un día especial y conociendo la puntualidad de mis padres, sé que no tardarán.

¡Feliz aniversario, feliz año nuevo… ¡ sé que van a venir!

 

Anuncio publicitario

CUARENTITRES


ALICIA & YO & EL VW

Hoy es nuestro aniversario de matrimonio religioso.

Nos casamos a fines del 71, casi al filo del nuevo año, para estrenar una nueva vida; estreno que repetimos cada día desde entonces, porque lo verdaderamente hermoso es aprender que siempre el sol brilla distinto y que las miradas dicen mucho más que las simples palabras.

Cuando elegimos el caminar juntos, lo hicimos agarrados de la mano, no para que uno guiara al otro sino para compartir juntos los baches del sendero y apretar fuertemente cuando nos emocionara algo, sufriéramos, o la risa rompiera la mañana o alumbrara la noche. Siempre miramos más allá y ahora seguimos caminando, más despacio tal vez, pero maravillados como nunca, de todo lo que vemos y vamos viviendo.

Hoy, en nuestro aniversario, tenemos el inmenso regalo que son nuestras dos hijas y tres nietos. No hay nada mejor que saber que uno anduvo el camino, que todavía queda un trecho y que sembramos árboles que a su vez dieron fruto.

¿Te acuerdas del VW?  ¡En él nos fuimos de la iglesia a descubrir el mundo!

…TE LO DEBÍA


TONY EN MANTÓN DE MANILA.

Estuve haciendo lo que mejor sé: recordando.

Y recordaba que cuando Manuel Enrique estaba sufriendo lo que sería su primer y último infarto al corazón, mientras el médico le daba respiración boca a boca y yo desesperadamente le masajeaba el pecho, estabas al lado de la cama, atónita “Tony”, sin poder creer que tu compañero de toda la vida se iba a pesar de nuestros esfuerzos.

Y entonces, tonto yo, te dije fuerte, casi gritando: “¡Reza!”, sin darme cuenta que eso era lo que hacías silenciosamente. Seguramente pensé, perdóname, que tu silencio era solo tristeza, sin comprender que también era la esperanza que ponías en esa Voluntad, que siempre acataste tan callada.

Su Voluntad fue que se fuera. Y nos quedamos solos de pronto, los tres: el médico, su amigo, llorando; yo con un cansancio tremendo y una pena profunda;  y tú, con las lágrimas que te corrían por la cara, sujetando amorosamente la mano que tenía la alianza con tu nombre dentro y sonriendo ligero, porque sabías que él te precedía en el mundo mejor.

María Antonieta, “Tony”, madre: te debo este recuerdo y te pido disculpas, ahora que estás reunida nuevamente con él desde hace tanto tiempo para no tener que separarse. Te ruego me perdones porque te pedí que rezaras, a ti, que me enseñaste a hacerlo.

CASCO, BOTAS Y TEODOLITO


MANUEL ENRIQUE CON TEODOLITO.

Hoy, 26 de diciembre, mi padre cumpliría 111 años.

La foto que acompaña a este post es de 1934 y se lo ve, con casco, teodolito y botas, en un alto fotografiable de su trabajo, en algún sitio inhóspito y perdido en la sierra de La Libertad, cuando construía carreteras de penetración.

Ingeniero civil. Manuel Enrique fue siempre para mí como los pioneros que veía en las películas y que abrían a la civilización los más remotos sitios. Durante muchos años recorrió el Perú, con mi madre esperándolo en Arequipa o Trujillo y mis tres hermanos naciendo y asomándose a un mundo, que yo, venido 12 años después de mi hermano, no conocí nunca sino por las fotografías que estaban pegadas en los álbumes.

El cumpleaños de mi padre venía un día luego de Navidad y 5 días después era el aniversario de matrimonio de dos enamorados que vivieron la alegría de conocer a sus nietos y a un biznieto. Celebrábamos Navidad, su cumpleaños, aniversario de bodas y año nuevo, todo seguido. Era una fiesta que compartíamos felices, por tantas fechas importantes juntas.

Escribo esto pensando que fue gracias a él que empecé a leer y le tomé el gusto que me hizo aventurarme a escribir.

Nunca me dijo que no leyera algo y me repitió siempre que lo que empezaba a leer, era un desperdicio tonto no acabarlo. A veces me descubro haciendo pequeños gestos que él hacía o siguiendo rutinas parecidas, entonces me da risa y agradezco asemejarme a él en cosas tan chiquitas.

Un día como hoy, habría vino en el almuerzo, del que tomaría solo un vaso; mi hermana Teté habría llegado con mis tres sobrinos desde Arequipa, para abrazarlo y prepararse a pasar una temporada de playa, yendo todas las mañanas a La Herradura o Agua Dulce. Seguramente comeríamos ocopa y de postre la infaltable gelatina batida, con sorprendente espuma.

Después de almorzar y conversar, echaría una siesta, “la horizontal” como él la llamaba. Y así el año se deslizaría hasta el final para que conmemoráramos año nuevo y matrimonio. Para aumentar festejos, con Alicia nos casamos un 30 de diciembre y él estuvo feliz.

¡Caray, sí que lo extraño!

 

 

PAZ NAVIDEÑA


adornos_navidad_01

Las fiestas de Navidad son generalmente bullicio, alegría explosiva, abrazos incontables. Para mí, conforme los años van pasando, la alegría y el bullicio se han transformado en tranquilidad y repaso de recuerdos. Son bienvenidos los abrazos nuevos, pero también aquellos de los que ya no están o están lejos.

Navidades que pasaron con su cargamento de risas, sorpresas y regalos. Navidades llenas de expectativa y no poder dormir. Navidades de mesa familiar, de verano que llega, de heladeros tempranos que lo anuncian, de pesebre festivo. Navidad de bicicleta nueva, de amigos entrañables, de tarjetas de felicitación, de luces de colores.

Navidades que fueron y que van desgranando sus imágenes para llenar el árbol adornado que engalana la fiesta. Esta fiesta de Navidad, donde lo que hay es paz.

 

 

OLOR A PINO


PINO

Mi primer recuerdo de Navidad es el olor a pino invadiendo la casa de Ayacucho 263, en Barranco. Después visualizo la lata grande vacía, seguramente de aceite, conseguida por mi hermana, alguno de sus amigos, o por mi hermano tal vez, en el “chino” Perico. Lata forrada con papel platina de color rojo y que llena de tierra, contenía el arbolito navideño, adornado con bolas de vidrio de colores y luces que se prendían y apagaban. Una estrella de cartón con purpurina plateada, que la hacía brillar, lo coronaba y por su propio peso hacía que se inclinara como saludando.

El arbolito era natural y lo habían “robado” mi hermana Teté y su amigo “el loco” Miranda de la bajada de los baños, cosa que no gustaba para nada a nuestros papás…

Las luces navideñas eran pequeños foquitos alargados, pintados de verde y rojo transparente, colores que se descascarían con los días.

Alrededor del árbol, en el hall de la casa, había cojines donde se pondrían los regalos: estaban esperando que fuera la tarde-noche del 24.

Mi recuerdo se desdibuja allí, pero el olor a pino y la alegría de la preparación navideña me acompañan hasta hoy, tantos años después.