“Delincuencia común” o sea “delincuencia corriente”.
Como si la delincuencia tuviera rangos. Como si ser “delincuente común” fuera distinto a ser un asesino, violador o ladrón.
Resulta que un delito es menor que otro y no es lo mismo robar un celular que asaltar una pollería o pegarle un tiro a alguien. Lo siento, pero ES un delito. TODOS esos son delitos, es decir, transgresiones a la Ley.
Sé que la respuesta será que hay que diferenciarlos por su gravedad. Delinquir ES grave; lo que sucede es que nos hemos acostumbrado tanto a lo largo de la historia a clasificar y calificar los delitos, que se ha establecido un baremo de transgresiones. Algo así como los pecados veniales y los mortales en la religión católica (cuando en realidad el concepto de pecado es similar al de delito y no creo que debería existir una escala de medición).
Pero estamos así y el delito está dejando de serlo, convirtiéndose en la norma: el delito resulta lo común.
En todo el mundo se está dando este fenómeno, donde los delincuentes aducen ser personas honradas y buscan ser reconocidos como tal. Donde uno mire, la inversión de valores hace que se aclame a los corruptos y ladrones. Donde uno voltee verá que el crimen paga y la complicidad de “la vista gorda” extiende sus pringosos tentáculos.
Hay una fuerte campaña, para igualar a los que puedan quedar sanos con los enfermos terminales. El delincuente busca que todo el mundo lo sea, contagiando, para “empezar de nuevo”.
Sé que estas disquisiciones harán que me tomen por loco o intransigente. Es que aprendemos a transigir. Es locura decir que no es normal lo que pasa. El delito se convierte en cosa común y todos tan tranquilos: quien no delinque es “raro”, está fuera del círculo: No califica para nada. Lo que debía estar fuera de lo ordinario se convierte en común. Lo terrible es que el delito no es extraordinario.
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