La leche chocolatada que toma mi nieta, me recuerda a lo que para los que fueron alumnos del colegio de la Inmaculada que estaba en la avenida La Colmena, en Lima, era, junto con un chancay, el desayuno que podía comprarse y tomarse después de misa. A cambio de un boleto celeste que vendían a la entrada, en portería, se podía acceder al tradicional “ladrillo”, que no era otra cosa que leche con cocoa, en una botella de Coca-Cola (de esas de vidrio) acompañada del ya dicho chancay (especie de pan dulce).
¡Cuántas interpretaciones se le dieron al A.M.D.G que estaba impreso en los boletos! En mi época se relacionaban con el hermano Arándiga, subprefecto de cuarto de primaria, profesor de inglés, fotógrafo oficial y encargado de las “góndolas” (los ómnibus, transporte del colegio). “Arándiga Murió Dando Gritos” o “Arándiga Murió De Gordo” eran algunas de las acepciones dadas al Ad Maiorem Dei Gloriam (“A mayor gloria de Dios”), que es lo que significa la frase en latín y es divisa de la Compañía de Jesús.
Me acuerdo bien de las colas para recibir el “ladrillo”, después de misa en la mañana que decían de los que habían comulgado…
El “ladrillo”, los “concursos exámenes”, el “paraninfo”, las horas de comienzo y final de cada clase y del fin del recreo marcadas por la campana, la formación alrededor del mástil con la bandera peruana, la piscina… ¡Cuántos recuerdos de esos años felices!
Sí, volvería al colegio, pero creo que me esforzaría mucho más en matemáticas y física-química, para que no me “jalaran” de año, por su causa, en tercero de media.
*ILUSTRACIÓN: Los “ladrillos” de la fachada del colegio, por José Ma. Salcedo. Parte de la portada de la revista de la promoción “Gonzaga 63”. Dentro se puede leer: “Estos ladrillitos, esta pared a medio construir quieren, pretenden, tal vez sin éxito, ser un símbolo, con todo lo que la palabra significa.
Esa pared inconclusa es nuestra vida escolar. Los ladrillos que faltan se irán colocando rápidamente en el transcurso de estor pocos días de vida escolar que nos quedan. Esos ladrillos son días. Días de pitos, campanas y colegio que no volverán, porque el cemento fresco del tiempo los apuntalará irrevocablemente, sin lugar a reclamos, sin derecho a huelga ni protesta.
Por eso están allí, en la puerta de entrada a esta revista de Promoción. Es, tal vez, la pared más liviana en la historia de la albañilería. J. M. Salcedo.”
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