Por las informaciones, parece haber sonado la llamada “hora de los loros” para dos congresistas que tienen el mismo apellido: León.
No creo que sean parientes, pero comparten el ser uno de los “centros” de este maremágnum de denuncias, contra denuncias, justificaciones, desmentidos, declaraciones acaloradas, declaraciones dubitativas, “a mí que me investiguen” y tanto más que inunda todo.
“Vivimos revolcáos en un merengue y en el mismo lodo todo manoseao…” dice el tango “Cambalache”.
Lo real es que para donde uno mira, las sospechas de corrupción aparecen, tanto que vivimos en una insoportable “sociedad de la sospecha” donde no se puede confiar en nadie y si alguien te da la mano para saludarte, cuentas luego tus dedos a ver si no se ha quedado con alguno.
Unos candidatos a la alcaldía niegan robar, mientras otros dicen que eso no importa porque “hacen obra”. El tema del robo es recurrente y el que no consigue algo ilícitamente, es visto como un bobo.
Si seguimos así, podríamos aspirar, creo, a figurar en el libro de records Guinness, como el país con el lago navegable más alto del mundo y el mar de mierda más espeso y extenso del planeta.
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