Dentro de poco empieza el Mundial de Fútbol y las miradas de todos están puestas en el “país del carnaval”.
Brasil está en vitrina y desde hace tiempo los afanes y preparativos para “ofrecer una buena imagen” son inmensos. Es que mucho más que con el famoso carnaval, en esta oportunidad la atención llegará a lugares insospechados; junto con las celebraciones aparecen retratos de un Brasil que va más allá de ser potencia, playas paradisíacas, fanáticas “torcidas”, telenovelas populares, cultos exóticos, “samba”, alegría y fútbol.
Aparecen las fotos de ese Brasil que no es “turístico”, que hoy que tiene la oportunidad, muestra también su lado “feo”, pidiendo que las cosas mejoren para todos.
Lo hace en medio de una fiesta de alcance mundial que no creo que tenga la intención de “opacar”, sino la de decir que hay pobres, que hay favelas, que el Mundial no puede servir como una excusa para que los de siempre se olviden de los otros, que son más.
Brasil es una fiesta y debe serlo para todos: no es fiesta cuando unos miran como otros se divierten. No es fiesta, porque las máscaras de risa no ocultan las lágrimas. No es fiesta, si luego de la música todo sigue igual que antes.
Que el Mundial sea Fiesta y no un carnaval, esa “fiesta” donde todo se olvida y nada es importante.
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