El sol sale tímido y su brillo no llega a deslumbrar, el verano va caminando a su final y sin embargo hay días y momentos en los que parece recobrar bríos y quiere mostrar algo de su viejo esplendor. Es cuando Pierce, la gata, aprovecha para tenderse en la parte superior del sillón de la sala que da a la ventana y mira al jardincito, para disfrutar del calor y hacer ver ese “no sé qué” con que los gatos demuestran su placer.
Es un placer tranquilo, contemplativo, casi devoto, pío; propio de quienes, como ellos, saben sacarle el jugo a los pequeños momentos y estirarlos hasta que se terminan en un bostezo.
Pierce está al sol y entiendo por qué estos animales eran sagrados en el antiguo Egipto: ¡Adoraban al Sol, que era el dios principal!: el que brilla en lo alto y fecunda la tierra.
Curiosos, estos gatos. Son los depositarios, es seguro, de un saber muy antiguo y lo observan todo para transmitir su memoria a otras generaciones.
Pierce está al sol y disfruta. Tal vez no hay nada como eso.
Foto por Malú Carrillo.
LAS LECTURAS DE TUS ARTICULOS, ME INFORMAN, ENTRETIENEN, ME DAN RELAX Y ME HACEN SENTIR QUE AUN EXISTE GENTE BUENA EN EL MUNDO CON BUENOS SENTIMIENTOS Y UNA MANERA MUY PARTICULAR DE VER LAS COSAS. GRACIAS POR EXISTIR. UN ABRAZO.
¡Te agradezco mucho lo que dices, prima!
Beso 🙂