Es un modo de llamarle al chisme, creo.
Lima mes una ciudad donde los chismes vuelan como si las brujas tuvieran correo electrónico.
Decir las cosas en voz baja o muy alta (cuando se guarda útil anonimato), en grupos cerrados o “en secreto” para que la bola corra y crezca, el chisme se haga rumor y alguien le dé categoría de noticia es muy común en esta tres veces coronada villa (como se llama pomposamente a Lima).
“Me lo dijo uno que sabe…”; “… lo sé de buena fuente”; “fulanita me dijo y no le creo mucho, pero es que cuando el río suena piedras trae”. Siempre hay una frase que lleva a otra persona y muchas veces la cadena de repeticiones y agregados es inmensa. De un fósforo encendido se hace un fuego devastador y de un café compartido una cita amorosa.
El chisme y la exageración van parejos en esta ciudad que hace crecer las cosas y que sin embargo usa diminutivos para todo: “tardecita, friecito, lluviecita, chocolatito, propinita…” y tantísimo más.
Somos muy especiales los limeños.
La “cultura del chisme” hace daño y se publica en los periódicos bajo el rubro “trascendidos” o simplemente el de chismes. “Podría”, “habría”, “tendría” y las variantes del condicional o potencial, hace partícipe al lector de supuestos “secretos”, haciéndole creer que es información. Hay revistas de chismes y muchos programas de TV acuden a ellos. El limeño “consume” chismes. Como me dijo alguna vez alguien: “Cuéntame sobre el tema, porque si no, me lo invento…”.
Fuente ilustración: El rincón de la libélula wordpress
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