El congreso (con minúscula) ha opinado en todos los tonos que el juez no debió meterse en la suspensión que le ha dado a Javier Diez Canseco. Lo sancionó la comisión de ética (otra vez con minúsculas) y la moción fue aprobada. Han tirado la piedra los que debían abstenerse de arrojarla y que corren el riesgo de morir lapidados.
Morir es un decir, porque no es posible que quienes tienen la conciencia difunta, puedan morirse más. El voto del congreso es una condecoración para Javier Diez Canseco Cisneros porque se reconoce en él a un valiente, al que solo se puede atacar en mayoría. Y ahora las voces se levantan aduciendo injerencias judiciales cuando al congreso nadie puede juzgarlo y menos otro “poder”. Ya quisieran los padres putativos de la Patria tener el historial y la hoja limpia que el Congresista tiene. Ya quisieran: no pueden y por eso es que hay que sancionarlo y no reconocer, apelando, una sentencia.
Camino equivocado tal vez el de quienes creyeron que la Justicia desharía el entuerto. Camino equivocado porque a los acusadores no les entran las balas pues están protegidos por la inmunidad. Inmunidad –impunidad se llama la que permite que sean intocables.
Pero el pueblo sabrá. Ha anotado sus nombres, registrado sus caras, apuntado sus sinvergüencerías para cobrar después, cuando la impunidad sea un recuerdo, la Ética se escriba con mayúscula; cuando tengan que pagar al contado el mal que hicieron durante un período que quisieran tapar.
“¡Al ladrón!” gritan los escaperos para poder huir.
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