Creo que no hay regalo más apreciado por un pequeño, que una pelota. Su alegría al descubrirla es grande y será su compañera intermitente de juegos por mucho tiempo. Digo intermitente, pues aunque otros juguetes capturen su atención con novedades, la forma simple de la pelota hará que la felicidad de rodarla regrese una y otra vez.
Antigua como el mundo la pelota es compañera ideal para tardes solitarias y mañanas soleadas. Viene bien dentro y fuera de casa y su esfericidad perfecta hace que los sueños del niño echen a rodar. Es algo que no se puede mejorar. En una época en la que cada objeto sufre mejoras, su simpleza es garantía de diversión. Se le podrá pintar, decorar, se le podrá poner cascabeles dentro. Podrá ser opaca o traslúcida, pero no dejará de ser una pelota y lo primero que se ocurrirá será patearla, cogerla con las manos y arrojarla. En dos palabras, hacerla rodar.
Desde que tengo memoria, una pelota ha sido para mí una compañera que no pedía nada, que hablaba de libertad y espacios abiertos. Todavía recuerdo una, muy antigua y despintada, que era azul y roja y tenía unos barquitos blancos. La recuerdo sucia de tanto ser pateada y caer en lugares inimaginables en una casa grande y solitaria para un chico. Era MI pelota y yo iba tras ella con un overol celeste y una chompa amarilla con un par de botones en el hombro por la terraza de abajo.
Esa pelota me trae a la memoria sueños de niño, sonidos, olores y la sensación de sudar para alcanzarla.
La pelota es el elemento central del juego más popular del planeta. Un juego que se ha convertido en verdadera pasión y que sin la humilde pelota no existiría. Meter gol es la idea fija de mucha gente. El fútbol congrega multitudes y todo se reduce a correr tras una pelota y meterla a través de dos postes de madera. Los millones de dinero vuelan pero no tanto como las esperanzas y la diversión. Es claro que la pelota es común y protagonista de muchos juegos como el básquet, el beisbol y tantos otros. Los Azteca jugaban a la pelota, con reglas que implicaban la muerte. Pero nada se compara a la inocencia de una pelota rodando y un niño detrás de ella,
Podríamos contar miles de historias a su alrededor. Historias de mundiales de fútbol que tienen en vilo a más de una nación, Historias de gente que atropellada por un automóvil por ir detrás de una y no fijarse de lo concentrada que estaba en el rodar vertiginoso. Historias de pobreza trocada en riqueza gracias a una pelota sea esta pateada, bateada o llevada con las manos.
La pelota lleva tras de sí muchas historias. Lleva poesía, prosa, canciones y música. Lleva alegría y emoción. Lleva todo eso y mucho más con su forma milenaria y simple.
Se dice “Estás gordo como una pelota”, o “Te vas a echar a rodar en cualquier momento”. Dos expresiones nefastas sobre el aspecto de un individuo basadas en la redondez de la pelota. Pero ¿por qué? La pelota debería ser sinónimo de diversión, no de tragedia…
Hoy mi nieto cuyo padre argentino sueña en un Maradona, jugaba con su pelota. No sé si será futbolista o abogado. Pero ahora que está chiquito, y no camina aún, su pelota es lo máximo. Igual que al gato de casa, no le preocupa sino que la cosa ruede. Eso, estoy seguro, lo hace my feliz, de otra manera no lo escucharía reír tanto.
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