
El JURADO NACIONAL DE ELECCIONES está desarrollando una campaña para que el público votante se informe.
Tradicionalmente el voto, obligatorio en nuestro país, ha sido visto como algo «que hay que hacer». No nos damos cuenta que cada voto tiene valor. El valor de la decisión. El valor de la aprobación de planes y propuestas que pueden catapultar al distrito, a la región y al país o hundirlos
Esta vez tenemos hasta tres votaciones: Alcaldes, presidentes regionales y presidente de la república (más congresistas). Es decir que nuestra responsabilidad crece y si no decidimos correctamente, pagaremos las consecuencias.
Muy buena labia, pose y palabras bonitas se unen para convencer. Las promesas llenan el ambiente y los eslóganes, pintas y todo tipo de material aparece en las calles. La radio y la tele se saturan con mensajes, ofrecimientos y toda suerte de avisos políticos. Es la época electoral. Una etapa de mucho desconcierto a la que se suman los medios con información variada (y muchas veces sesgada), las encuestas y todo lo que contribuye a marear al ciudadano.
Por eso, la campaña iniciada por el JNE sobre VOTO INFORMADO me parece no sólo acertada sino necesaria. He escuchado a los voceros de este organismo oficial hablando por la radio y he leído las entrevistas que les fueron hechas en los diarios. Tratan de inculcar civismo, porque no se trata de otra cosa.
Civismo que no abunda en nuestro país, donde el voto -por ejemplo- además de ser visto como una tediosa obligación, no reviste la importancia que tiene como opción para elegir lo que uno verdaderamente quiere.
Votamos por cualquiera, con el corazón, el estómago o el hígado y no con lo que deberíamos: el cerebro. Votamos y nos quejamos después. Votamos «por el menos malo» sin medir ninguna consecuencia. Vemos esta acción como algo que nos estorba y de lo que queremos salir cuanto antes. No nos damos cuenta que con nuestro voto podemos cambiar las cosas y obtener un país vivible, con desarrollo e inclusión.
No sabemos quiénes son nuestros congresistas y recién con el tiempo descubrimos que algunos son traferos, mentirosos y a veces hasta delincuentes. Y por ellos hemos votado. No importan las ideas ni los planes y programas. No leemos, no nos enteramos, yendo a votar ignorantes y sin saber nada.
Tenemos el DERECHO a ser informados y el DEBER de informarnos. Nadie puede escoger bien si no conoce lo que elige. Ni siquiera en una compra minúscula actuamos así. Y entonces porqué nos jugamos el futuro tan alegremente?
Los candidatos y los partidos políticos tienen el DEBER de INFORMAR. De ser TRANSPARENTES y decir lo que harán.
EXIJAMOS nuestro derecho y CUMPLAMOS con nuestra tarea. Cuando llegue la hora de votar, TENEMOS QUE SABER.
Nuestro voto debe ser un VOTO INFORMADO, de otro modo, como los borregos, seguiremos al que encabeza la manada o como los cuyes de tómbola, iremos hacia la casilla que tiene la engañosa lechuguita dentro.
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