
PIERRE JACOMET* es un monstruo.
Eso no quiere decir que sea horroroso. Los ángeles son monstruos. No quiere decir tampco que Pierre Jacomet sea un ángel. Es un hombre monstruosamente extraordinario.
Quisiera aquí, con el reconocimiento a su autoría, transcribir algo de lo escrito por él en el libro «Lucidez del Abismo» (Editorial Andrés Bello, Chile); un libro al que vuelvo constatemente desde que vino a mis manos gracias a un título invitante.
FÓSILES
A lo largo de la vida he viajado en diversos medios de transporte. Micros, buses, trenes, aviones, hasta el Concorde entre París y Nueva York, tres horas y media, almuerzo con caviar y champagne de la viuda Clicquot, implacable campesina francesa. El avión salía de París a las once de la mañana y llegaba a Nue va York a las ocho y media de la mañana del mismo día. Una vez salió de noche y cumplí dos veces cuarenta y cuatro años. Ha pasado el tiempo. No importa lo que hagas, el tiempo te sopla en la cara y se extravía en las nieblas del ayer. Nadie navega con tiempo de popa.
En los distintos medios de transporte he presenciado una perpleja gimnasia. Antes que el vehículo se detenga los pasajeros se ponen de pie, cogen sus enseres, apresurados, impacientes. Ocurre en micros, buses, aviones, trenes, Concorde inclusive.
Es para la risa. Sospecho que son conductas fósiles que laten debajo de una fina capa de civilización.
Hace más de veinte mil años los hombres, provistos de antorchas elaboradas a partir de la grasa de las presas muertas, penetraron en los espacios tenebrosos dispersos en los flancos de los acantilados y en las cavernas de las montañas. Decoraron con grandes figuras animales, vastas salas condenadas hasta entonces a la noche perpetua.
A la luz de la tea que descubría una por una las figuras bestiales rodeadas de sombra, respondían los ecos aterradores de pétreas estalactitas, aullando en la oscuridad.
Intuyo que subsiste en todo hombre el terror a los cantos sombríos de las cavernas prehistóricas. Antes del sol que calienta las piedras, hay que salir. Dejar la noche atrás, dejar en la nada el miedo octurno, salir a la luz que no llega jamás al fondo de la cueva. Quizá las grutas elegidas tuviesen géiseres que estallaban al amanecer? Es posible, aunque improbable.
Los hombres se apretujan para salir del lugar temido. Impaciencia cuando se detiene el bus, micro, tren, avión. Nada importa el precio del billete ni la cultura del pasajero. Si el vehículo frena de golpe vemos volar personas hacia el parabrisas.
Resabios fósiles, recuerdos cromosómicos incrustados en nuestras células y estructuras encefálicas, archivos que no podemos abrir durante la vigilia porque no tenemos la contraseña, miedos que acosan desde los abismos del olvido. Hay que buscar el sol, abandonar la caverna y la noche temible. Hay que nacer, dejar la matriz, tener el coraje de ingresar en el túnel para salir al peleadero. La angustia original retorna, el oído tensado en la gruta tenebrosa donde los hombres de antaño avanzaban con antorchas rebosantes de grasa al momento de su muerte y nacimiento en el abismo nocturno de la tierra, madre de todos, matriz compartida, cruz terrosa de Sem y Melquisedec.
Actuamos para no recordar. La fuga pánica autoriza el anhelado olvido. Arcaicos y reprimidos registros no deben ingresar en la estrecha lucerna de la conciencia a riesgo de perturbar el artefacto que llamamos Yo, incapaz de hurgar en el interior del organismo, demasiado endeble para enfrentar la oscuridad, para recorrer los laberintos de la gruta antes del fuego, antes que los destellos pálidos y trémulos de la hoguera recién domesticada alumbraran las paredes de la caverna y proyectaran espantos en la piedra.
Músicas pavorosas, aullidos del viento que rebota, ecos en las paredes, asustadas cacofonías. Eco que se desintegra, se disemina en las piedras donde su cuerpo rebota de pared en pared. Se convierte en caverna y no está en ninguna parte de la caverna. Nos persigue sin que la veamos, acecha en la oscuridad. Hay que huír, buscar el silencio del día, los ruidos conocidos, el viento entre los árboles, el gorjeo de los pájaros.
Terror de los primitivos que primero se guiaron por el olfato, luego por el oído, después por la vista erguida. Buscaron en la caverna la protección de la matriz, de la humedad y la noche, y durmieron y soñaron. No supieron separar los sueños de la vigilia, como muestra el hombre itifálico que duerme en la oscuridad de la gruta de Trois Fréres en Francia. Visión nocturna de un bisonte, cayado coronado por un pájaro de pico curvo, pavor ante la fértil figura femenina representada por un animal feroz, presa codiciada, temida impotencia, rostro dual del amor erótico.
Miles de años pasaron antes de que los hombres pudieran separar el mundo de los muertos del mundo de los vivos. Buscaron en las imágenes nocturnas arcanos vaticinios. Arteminoro de Daldis copió los significados, primero egipcios, luego cretenses y taurinos, después griegos. Erigió catálogos para el mundo romano.
Pasaron dos mil años. Sigmund Freud vio en los sue`nos la expresión de apetitos insatisfechos. Su propensión particular lo incitó a pensar que eran deseos sexuales o de apropiación. Puede ser, en algunos casos.
Quizá eran anhelos colectivos de huida, igual que en los buses, trenes, aviones. Temor ante el agua oscura que anega la vida y la sume en la muerte y el olvido.
*PIERRE JACOMET
1933 – Nace el 24 de marzo.
1955-60 Estudia con el maestro Gustavo Becerra Schmidt.
1958: Teología en la Universidad Católica de Chile
1958 -1968: Trabaja en psicoanálisis y estudia la disciplina.
1980-1982: Estudia Mandarín en la Universidad de Nueva York.
1982: París; Estudia jeroglíficos en el Institut d’Orient y literaturas medievales.
1992-1998: Se convierte en el traductor de Ilya Prygogine – (El fin de las certidumbres), Antonio Damasio (El error de Descartes y Sentir lo que Sucede), Alain Peyrefitte (La Sociedad de Confianza y Milagros económicos), André Comte-Sponville (Pequeño tratado de las grandes virtudes y ¿Qué es el tiempo?), Michael Gazzaniga (El pasado de la mente), Richard Selzer (Lecciones mortales), Guy Sorman La singularidad francesa y El mundo es mi tribu, traducción alabada por Octavio Paz), Alain Braconnier (El sexo de las emociones), Pascal Quignard (El odio a la música).
1998: Estudia el Síndrome de von Hippel-Lindau
2000: publica Un viaje por mi biblioteca, (4 ediciones al 2007)
2001: Publica La enfermedad de von Hippel-Lindau – Una grave realidad presente en las distintas especialidades médicas.
2001: Director de la VHL Family Alliance, Chile – Boston Mass.
2001: publica Cien autoras y autores de hoy.
2002: Obtiene una beca en Estados Unidos para estudiar la relación entre el Feocromocitoma (tumor canceroso) y las reacciones emocionales bipolares La investigación se realiza en conjunto con el NIH – USA
2003: publica Lucidez del abismo, libro de ensayos.
2004: Publicación de Memorias sin nombre (Random House Mondadori)
2005: De La textualité – Pour une textologié générale et comparée del profesor Francis Jacques. Ediciones de la Universidad Católica, Chile.
2007: La Croyance, le Savoir et la foi de Francis Jacques (traducción).
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